Muerta de la rabia, las guardé bajo siete llaves para no verlas más y no seguir enfadándome ni seguir expulsando por mi linda boca, sapos y culebras cada vez que intentara calzármelas.
No las volví a sacar hasta este verano, o sea, dos veranos más tarde de que me las regalasen. Después de la ardua tarea de deshacerme de los muchos kilos que me sobraban, fui super ilusionada a desenterrar mis preciosas sandalias. Estaba convencida de que por fin, cual cenicienta, podría lucir mis brillantes zapatitos....Pero no!! Seguían sin cerrar.
Les di vueltas y vueltas, se las hice probar a una amiga, me las volví a probar mil veces hasta que me convencí de que lo que realmente les pasaba era, lo que en un principio había pensado, que la tira de la hebilla era un poco corta. Ahora mis tobillos están deshinchados y divinos...así que, definitivamente, la culpa era de la dichosa tira.
Entonces decidí que si o si, este año me las ponía y sin pensarlo mucho, cogí unas tijeras, le di un corte y me deshice del problema....pero... "Oh My God!!" ahora había que buscar una solución.
Aquí está el resultado de las sandalias ya costumizadas.
¿Que os parece?
Un beso.
2 comentarios:
te han quedado geniales! seguro que pensaste "como no se me había ocurrido antes"
Besos
Karen
Siiii, tienes razón.
Un beso
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